Con la restitución de la nieta 117 tuve sentimientos encontrados. No solo por lo que implica hallar la verdadera identidad de una persona, sino por todo lo que eso conlleva.
Hoy, con mi identidad completa y sin dudas, puedo sentir aunque sea un poquito lo que sintió cada nieto el día que descubrió quien era realmente, de dónde venia, sus raíces, su historia.
Quizás lo que yo sentí no se compara en nada con lo que sintieron ellos, por que mi vida, mi historia, jamas podría asemejarse a la de ellos. Cada nieto, cada vida, es única, hermosa, inigualable, incomparable. Pero en algún punto, quizás muy pequeño y lejano, experimente algo de lo que ellos sintieron: Incertidumbre, dudas, dolor, sufrimiento, felicidad, plenitud, tranquilidad, miedo, amor, bronca, odio, resentimiento, y un sin fin de sentimientos inexplicables.
De algo estoy segura, la vida nos pone en el lugar que nos corresponde, nos premia con lo que merecemos. Para aquellos nietos robados de los brazos de su propia familia, a quienes le quitaron su verdadera identidad y los criaron con esquemas, reglas familiares y personas falsas y mentirosas, para todos ellos y también para todos aquellos que de alguna u otra manera tuvimos una identidad a medias; lo menos que merecemos es recuperarla, es nuestro derecho, nuestro ser, nuestra esencia y como tal no podemos huir de ella.
Aunque estemos ciegos, dormidos, y vivamos por años una vida de mentiras, en algún momento necesitamos "despertar", resurgir, apropiarnos de nuestro verdadero ser para así poder, de una vez y para siempre, vivir la vida que nos corresponde.
Hoy, con mi identidad completa y sin dudas, puedo sentir aunque sea un poquito lo que sintió cada nieto el día que descubrió quien era realmente, de dónde venia, sus raíces, su historia.
Quizás lo que yo sentí no se compara en nada con lo que sintieron ellos, por que mi vida, mi historia, jamas podría asemejarse a la de ellos. Cada nieto, cada vida, es única, hermosa, inigualable, incomparable. Pero en algún punto, quizás muy pequeño y lejano, experimente algo de lo que ellos sintieron: Incertidumbre, dudas, dolor, sufrimiento, felicidad, plenitud, tranquilidad, miedo, amor, bronca, odio, resentimiento, y un sin fin de sentimientos inexplicables.
De algo estoy segura, la vida nos pone en el lugar que nos corresponde, nos premia con lo que merecemos. Para aquellos nietos robados de los brazos de su propia familia, a quienes le quitaron su verdadera identidad y los criaron con esquemas, reglas familiares y personas falsas y mentirosas, para todos ellos y también para todos aquellos que de alguna u otra manera tuvimos una identidad a medias; lo menos que merecemos es recuperarla, es nuestro derecho, nuestro ser, nuestra esencia y como tal no podemos huir de ella.
Aunque estemos ciegos, dormidos, y vivamos por años una vida de mentiras, en algún momento necesitamos "despertar", resurgir, apropiarnos de nuestro verdadero ser para así poder, de una vez y para siempre, vivir la vida que nos corresponde.